La palabra más pronunciada por Pablo Iglesias (en la imagen) fue respetabilidad. Bueno y luego irreverencias a Dios e insultos al prójimo.
Nuestro leninista más cursi exige “respetabilidad”. O sea, un “respeto”, la reclamación más habitual de los macarras, que no saben que el respeto no se solicita, se impone por sí mismo cuando la gente comprueba la rectitud de intención del sujeto que merece un respeto.
Pablemos es un macarra cursi e insultón. Su discurso de investidura fue el de siempre, una mentira tras otra y un insulto tras otro. Y falta la blasfemia. Cuando se puso a insultar a Albert Rivera, quien había reconocido que por España había perdido credibilidad, agregó el por Dios y por España. No se sabía qué pintaba allí Dios pero es lo mismo.
Y además de macarra, cursi, blasfemo e insultón, mentiroso. Su diatriba vocinglera se cebó con el acuerdo PP-CIU sobre corrupción: que dimitan los imputados. Y lo dijo cuando su portavoz en el Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre, no ha dimitido tras ser, no imputada, sino condenada por atentado contra el derecho fundamental a la libertad religiosa. Insistimos, el partido más corrupto de España, en términos comparables con el poder obtenido, es sin duda alguna, Podemos.
El señor Pablo Iglesias, desde el comunismo, recuerda los discursos grandiosos de Adolf Hitler.
Pablo Iglesias es macarra, cursi, blasfemo, insultón y mentiroso.
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