El ejercicio de imaginación de buscar excusas peregrinas y, a veces, disparatadas es uno de los deportes nacionales en los que merecemos un oro olímpico. Entre estas falsas disculpas me atrae especialmente porque me dedico a la docencia la de “Seño, es que el perro se comió los apuntes” cuando uno no quiere hacer un examen porque no tiene ni idea de la asignatura.
Nuestro “perro que se come los apuntes” más característico es la conspiración. Nos gusta una teoría conspiranoica más que una buena fiesta. Y es perfecto para mantener alto el listón de crítica mordaz y negativa, y al tiempo, la más absoluta inactividad. Es esa actitud de juzgar, decidir y pontificar, apoyado en la barra de un bar, con el aplomo de quien tiene una autoridad indiscutible, pero si hay que hacer algo más que eso, ya me lo pienso. Retuitear peticiones de ayuda (sea para distribuir…
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