Originalmente publicado en Donovan Rocester:
Ya empezaba a ser notorio el problema. Las redes ilegales conocidas como RDA, empezaron a popularizarse. Nadie le prestó la debida atención al asunto.
Era común saber de jóvenes que conseguían dinero y lo reunían entre ellos, para pagar una membresía que compartirían a diario. Quince días de conexión costaban casi un salario mensual básico.
Los conocedores en neuroinformática podían armar fácilmente una red de dopamina artificial, siguiendo una receta con pasos sencillos y bien definidos que, por su cantidad, tomaba años completar. El producto final era una red que cobraba por el acceso e interconectaba a los usuarios. Aquel que se conectaba a una RDA, debía hacerlo mediante un cable especial que iba directo a cualquier vena que elija. El cable funcionaba de forma parecida a una impresora 3D: mediante las instrucciones recibidas desde el servidor, dibujaba moléculas parecidas a las de la dopamina natural, usando como lienzo las células sanguíneas residuales…
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