Cuando por primera vez se sugirió que en los autobuses de largo recorrido hubiese separación entre los que fuman y los que no, me pareció bien.
Cuando se comenzó a fletar, siempre que fuese posible, un autobús en el que se fuma y otro en el que no, me pareció mejor.
Cuando se prohibió fumar en corto recorrido, en cualquier autobús, tren o avión, no me pareció mal.
Cuando se prohibió fumar totalmente en cualquier avión, bus, barco o vagón de tren de largo recorrido, empezó a parecerme mal.
Cuando se hicieron las “peceras” en los aeropuertos y ya tampoco había zona para fumar en la cafetería, me pareció un abuso.
Cuando en el restaurante las mejores mesas quedaron para quienes no fumaban, al menos en mi restaurante favorito, lo acepté.
Cuando tenia que preguntar nada mas entrar a un bar si se podía fumar o no, lo acepté.
Pero…
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