No se ve por parte alguna alternativa a una política tan monótona como poco ambiciosa, a un sistema que ni se inmuta ante amenazas tan serias como las de un proceso de secesión perpetrado desde las instituciones.
Cuando mis amables lectores recorran estos renglones, es posible que la opinión pública ande enardecidamente dedicada a desmenuzar los secretos de las entrañas del poder con la lista de ministros marianiles, eso si es que, con suerte, se ha abandonado ya el debate sobre si Bisbal le hizo o no la cobra a su pareja ante millones de atónitos espectadores.
En España es muy abundante la rara habilidad para desentenderse de los asuntos de interés general y fijar la atención en cualquier pajarito. Así, hasta Rajoy puede parecer un gran estadista, amén de ser, según se repite sin cesar por las huestes de aduladores, un mago consumado en el manejo de los tiempos…
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