Se llamaba Karl Marx, nacido en el antiguo Reino de Prusia, y con él empezó todo.
Los que le frecuentaron en su etapa de Londres hablan de él como alguien a quién le gustaba poco el jabón, menos el cepillo y mucho la botella. Marcó así toda una tendencia para sus admiradores del futuro.
Durante su etapa universitaria dilapidaba el dinero que le envía su padre para sus estudios en cosas ajenas a estos. Su progenitor llegó a escribirle para recriminarle que se gastara más táleros de los que se gastaban los hijos de los ricos. En el primer año en la Universidad de Berlín gastó el equivalente al sueldo anual de un concejal de la ciudad. También en esto marcó estilo, y hoy en día es habitual ver al hijo de Fidel Castro en limusina por Nueva York, o en un yate en el cuerno de oro de Estambul. La hija de Hugo Chávez tuvo que cerrar el Facebook después de que se filtraran sus fotos comprando en todas las millas de oro de los países capitalistas: Serrano, la Quinta Avenida, etc. Mientras su padre tenía a su pueblo haciendo horas de cola para obtener leche y pan.
Ya de adulto su constante fue no pegar un palo al agua jamás, y vivir siempre de los demás. Engels, hijo de un próspero empresario, fue casi siempre su mecenas; es decir, el capitalismo salvando del hambre al comunismo, ya siempre sería así para la historia.
Se casó con la hija de un aristócrata, hermana de un ministro, que es algo muy comunista; y gracias al matrimonio pasó a tener criada de por vida, a la cual jamás pagó un salario y a la que llegó a dejar embarazada sin querer reconocer al niño, fue Engels una vez más quién tuvo que hacerlo y salvar así a su amigo, el niño acabaría dado en adopción confirmando así que Marx también era una “máquina de amor”, como los perroflautas actuales, capaz de maltratar a sus hijas y llegar a decir ante el nacimiento de una: “Mi esposa dio a luz un bebé, desgraciadamente es niña y no niño”.
Y ahí tenemos al hombre que jamás pisó una fábrica, que nunca bajó a una mina, escribiendo toda una teoría del mundo obrero; todo en orden. Pero aún fue más allá, y viviendo en el S.XIX con sirvienta a la que ni siquiera pagaba un sueldo, también escribió toda una teoría de la lucha de clases, repito: todo en orden.
Más allá del sarcasmo, Marx dirigió sus tesis a unos obreros que trabajaban jornadas agotadoras en condiciones laborales de miseria, inhumanas; sin acceso a la sanidad ni a la educación, la mayoría eran analfabetos sin derechos que vivían hacinados en barracones y que se morían a los cincuenta años fruto de sus condiciones de vida. Pretender seguir con esas tesis en el S.XXI es de una indigencia intelectual que clama al cielo. Los obreros de hoy nada tienen que ver con aquello, un trabajador del Mercadona o de cualquier fábrica de Barcelona tiene coche, móvil, TV, sanidad gratuita y acceso a la educación.
Siempre hay que intentar luchar por mejorar las condiciones de vida de la gente, pero equiparar a los obreros de hoy con los de entonces, o a los empresarios actuales con el padre de Engels, y pretender seguir la teoría que se materializó en aquél contexto no nos hace más buenos ni más progres…sólo más idiotas.
Si Marx levantara la cabeza y observara la vida de un trabajador de hoy en día en Madrid o Londres, diría que él soñó con obreros así, y tendría que reconocer que fue el capitalismo el que los trajo, y no el comunismo. Esto ya lo saben hasta en Moscú y Pekín, allí ya hay McDonald´s. Lamentablemente aún no se han enterado en la cafetería de la Complutense.
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