por Denis MacEoin
28 de Mayo de 2016
Traducción del texto original: Sharia Law or One Law for All?
Traducido por El Medio
Con la afluencia de millones de musulmanes en Europa, algunos desde Siria, otros de lugares tan lejanos como Afganistán o la África subsahariana, varios países están experimentando ya altos niveles de descomposición social. Varios artículos han explicado los problemas que han surgido en países como Suecia y Alemania. Esos problemas son de naturaleza socioeconómica: cómo acomodar a tal influjo de migrantes, los crecientes costes de proporcionarles alojamiento, alimentos y ayudas, y los gastos derivados de reforzar la vigilancia policial en algunos lugares donde la anarquía va en aumento. Si los migrantes siguen entrando en los países de la Unión Europea al ritmo actual, es probable que estos costes se disparen; en algunos países, como Hungría, ya han visto lo contraproducente y autodestructiva que ha sido la recepción en Europa de casi cualquiera que haya alcanzado sus fronteras.
El impacto inmediato de estas llegadas no será, sin embargo, un problema sencillo, algo que se pueda remediar con restricciones en las cifras, deportando a migrantes ilegales o construyendo vallas. En las últimas décadas, algunos países europeos –en especial Gran Bretaña, Francia, Alemania y Dinamarca– han recibido grandes cantidades de inmigrantes musulmanes, la mayoría a través de canales legales. Según un informe del Centro Pew en 2010, han entrado más de 44 millones de personas en toda Europa, una cifra que se espera que crezca hasta los 58 millones en 2030.
La ola migratoria de los países musulmanes que comenzó en 2015 seguramente hará crecer sustancialmente estas cifras. En Francia, los ciudadanos de las antiguas colonias francesas en Marruecos, Argelia y algunos estados subsaharianos, junto con los migrantes de otros países musulmanes de Oriente Medio y Asia, forman una población estimada de varios millones, y se calcula que es la población musulmana con más tamaño en Europa. A Francia le sigue de cerca Alemania, país que está aceptando en estos momentos a una gran cantidad de inmigrantes. Actualmente hay unos 5,8 millones de musulmanes en Alemania, pero se espera en general que esta cifra crezca exponencialmente en los próximos cinco años o más.
Reino Unido tiene, con unos 3 millones, la tercera mayor población musulmana de Europa. El islam es hoy la segunda religión por tamaño en el país. La mayoría de los primeros musulmanes británicos llegaron de áreas rurales de Pakistán (como Mirpur y Sylhet, en Bangladés) desde la década de 1950. Con el tiempo, muchos musulmanes británicos se han integrado bien en el conjunto de la población. Pero en general, la integración ha sido un grave problema, especialmente en ciudades como Bradford, o en algunas áreas de Londres, como Tower Hamlets, y hay indicios de que, con el tiempo, la asimilación no se vuelve más fácil, sino más difícil. Un informe de 2007 del think tank británico Policy Exchange, Living Apart Together, reveló que miembros de generaciones más jóvenes eran más radicales y ortodoxos que sus padres y abuelos, un giro casi sin precedentes dentro de una población inmigrante de tres o más generaciones. La misma pauta se puede observar en toda Europa y en Estados Unidos. Una señal visible de este deseo de mantenerse al margen de la sociedad general es el aumento continuo en las cifras de musulmanas jóvenes que visten niqabs, burkas y hiyabs, que antes eran sólo una tradición, y que ahora al parecer se consideran una obligatoria afirmación de la identidad musulmana.
En Alemania, el número de salafistas creció un 25 por ciento en la primera mitad de 2015, según un informe de The Clarion Project. El salafismo es una modalidad del islam que insiste en aplicar cualquier cosa que dijeran o hicieran Mahoma y compañía, en no tolerar cualquier adaptación al cambio de los tiempos y en no reconocer la democracia o las leyes de origen humano. Esta negativa a adaptarse la ha expresado muy bien el ayatolá de Irán, Ruholá Jomeini:
“El islam no está constreñido por el tiempo o el espacio, porque es eterno (…), lo que Mahoma permitió es permisible hasta el Día de la Resurrección; lo que prohibió está prohibido hasta el Día de la Resurrección. No es permisible que se suplanten sus preceptos, o que sus enseñanzas caigan en desuso, o que los castigos [que él estableció] se abandonen, o que los tributos que él impuso se suspendan, o que cese la defensa de los musulmanes y de sus territorios.”
La mayor expresión de este fracaso de la integración, en realidad una deliberada negativa a ello, se puede encontrar en las aproximadamente 750 zones urbaines sensibles en Francia,zonas vetadas controladas por los musulmanes, adonde la policía, los cuerpos de bomberos y otros representantes del orden social no se atreven a ir por miedo a que se desencadenen disturbios y ataques. Ahora existen zonas similares en otros países europeos, en especial en Suecia y Alemania.
En Reino Unido, las cosas no han llegado hasta el punto de que haya lugares donde la policía y otros cuerpos no se atrevan a entrar. Pero en algunas zonas dominadas por los musulmanes, los no musulmanes podrían no ser bienvenidos, especialmente las mujeres que vayan “inadecuadamente” vestidas. Según el censo británico de 2011, hay más de cien enclaves musulmanes en el país. “La población musulmana supera el 85 por ciento en algunas partes de Blackburn”, señala el experto Soeren Kern, “y el 70 por ciento está concentrado en media docena de distritos de Birmingham y Bradford”. Las cifras son similarmente altas en muchas otras localidades británicas.
Majid Nawaz, de la Quilliam Foundation contra el extremismo, ha hablado de la tendencia al alza de algunos jóvenes musulmanes radicales de patrullar sus calles para imponer una aplicación estricta de la ley islámica de la sharia a musulmanes y no musulmanes, que contraviene directamente los estándares legales británicos.
En Gran Bretaña, los “Musulmanes Contra los Cruzados” han declarado hace poco un Proyecto de Emiratos Islámicos, con el que buscan reforzar su versión de la sharia en doce ciudades británicas. Entre sus objetivos han mencionado dos distritos de Londres, Waltham Forest y Tower Hamlets. No es de extrañar, pues, que en esos dos distritos “patrullas musulmanas” encapuchadas hayan tomado las calles y empezado a aplicar una estricta visión de la sharia a sus desprevenidos habitantes. Las “patrullas musulmanas” advierten de que el alcohol, la ropa “inmodesta” y la homosexualidad están ahora prohibidas. Para sumar a las amenazas, todo esto se graba y se sube a internet. Ahora, en el este de Londres algunas tiendas ya no se sienten libres de contratar a mujeres que vayan descubiertas o a vender alcohol sin temor a revanchas violentas.
Nawaz escribía después: “Las patrullas musulmanas podrían volverse mucho más peligrosas, y tal vez estén dispuestas a lisiar o a asesinar si se les unen yihadistas curtidos por el combate”. Los musulmanes han dado palizas por fumar durante Ramadán; los no musulmanes han tenido que marcharse por ir con alcohol por las calles británicas.
Un reciente informe de Rahem Kassam cita a policías británicos que admiten que a menudo han tenido que pedir permiso a los líderes musulmanes para entrar en ciertas áreas, y que tienen instrucciones de no acudir a su trabajo o a ciertos lugares vestidos de uniforme.
Esta es la piedra angular sobre la que gira gran parte de los problemas: creer que la ley islámica tiene todo el derecho a ser puesta en práctica en los países no musulmanes, y la insistencia en que un sistema paralelo, aun desigual, pueda funcionar junto a los códigos legales civiles y penales a los que se adhiere la mayoría de los ciudadanos del país. A más de un no musulmán se le ha obligado a abandonar “territorio islámico”, y algunos radicales han intentado establecer “zonas controladas por la sharia”, donde sólo se aplican las leyes islámicas. Han puesto pegatinas en farolas y otras partes que dicen: “Estás entrando en una zona controlada por la sharia”, donde no puede haber alcohol, ni juego, ni drogas, ni tabaco, ni pornografía, ni prostitución, ni siquiera música o conciertos.
Y eso no es todo. Soeren Kern escribió en 2011:
Un grupo musulmán en Reino Unido ha lanzado una campaña para convertir doce ciudades británicas –incluyendo lo que llama “Londonistán” en estados islámicos independientes. Los llamados Emiratos Islámicos funcionarían como enclaves autónomos regidos por la ley de la sharia y operarían completamente al margen de la jurisprudencia británica.
El Proyecto de los Emiratos Islámicos, lanzado por la organización Musulmanes Contra los Cruzados, menciona las localidades británicas de Birmingham, Bradford, Derby, Dewsbury, Leeds, Leicester, Liverpool, Luton, Manchester, Sheffield y también Waltham Forest, al norte de Londres, y Tower Hamlets, al este, como objetivos para la aplicación general de la ley de la sharia.
Todo esto es, por supuesto, ilegal. La ilegalidad no podría estar más clara. Aquí vemos que autoproclamadas entidades musulmanas desafectas actúan para ejercer el poder de imponer la ley en las calles de las ciudades europeas y, en la práctica, el mandato de la ley islámica rige en muchos pueblos y ciudades. No hace mucho, una considerable cifra de musulmanes de París y sus alrededores entraron en la ciudad y tomaron calles enteras con el fin de practicar la oración de mediodía del viernes. Se bloqueó el tráfico, los residentes no podían entrar o salir de sus casas, los comercios tuvieron que cerrar porque los clientes no podían llegar a ellos; y mientras tanto, la policía no hacía nada, observaba sin interferir, sabiendo que, si actuaban para preservar la ley, se desencadenarían disturbios. En internet se pueden encontrar vídeos de estos incidentes. Se sabe que, en los lugares donde las bandas de radicales operan como si fuesen mafias, se producen crímenes como los asesinatos por honor, la mutilación genital femenina (MGF), la expulsión –o algo peor– de las personas consideradas apóstatas, etc. Lo más común es que muchos estados occidentales se vean impotentes para evitar los matrimonios forzosos y con menores, el velo obligatorio, la poligamia y otros.
La policía, por temor a que la acusen de racismo e “islamofobia”, es reacia a tomar medidas: en 2014 y 2015, la policía y los trabajadores sociales hicieron la vista gorda a los acosos sexuales, la prostitución y las violaciones de bandas musulmanas a adolescentes británicas en localidades como Oxford, Birmingham, Rochdale y Rotherham. El informe del profesor Alexis Jay sobre la situación sólo en Rotherham demostraba la grave dejación de varios organismos, desde la policía a los servicios sociales. Los delitos en estos casos eran, por supuesto, una vulneración de la ley de la sharia, no su aplicación[1]. Sin embargo, parece haber también una postura que defiende que los musulmanes tienen derecho a comportarse como quieran, y que la aplicación de la ley británica es irrelevante. En un juicio contra nueve hombres en Rochdale, el juez Gerald Clifton estableció en su sentencia: “Todos ustedes han tratado a las víctimas como si no mereciesen ningún respeto; no eran parte de su comunidad o religión.” Esta declaración ilustra por sí sola el fondo del problema.
Pero el choque de la ley islámica con la ley nacional en varios países europeos se ha centrado sobre todo en el establecimiento de consejos de la sharia o tribunales de la sharia. Éstos han provocado un debate más amplio que la financiación islámica, incluso, que ahora está muy bien situada en el sistema bancario internacional, pese a que es como si la Alemania del Tercer Reich tuviese su propio sistema bancario en el que todas las transacciones fuesen exclusivamente destinadas a fortalecer el Tercer Reich. En Gran Bretaña, este año, se ha sabido que, para financiar las costosas reformas de la Cámara de los Lores y la Cámara de los Comunes, se ha llegado a un acuerdo para utilizar bonos islámicos. Una de sus consecuencias es que los lores y los miembros del Parlamento no podrán tener bares ni consumir alcohol en sus propias instalaciones.
El debate sobre el tribunal de la sharia ha sido particularmente intenso en Reino Unido, donde desde 2008 ha habido intentos (algunos con éxito) de introducir la sharia en el sistema legal. En una charla en el Consejo Musulmán de Londres en julio de ese año, el juez Phillips, presidente del Tribunal Supremo, declaró que consideraba que la introducción de la sharia en Reino Unido sería beneficiosa para la sociedad, siempre que no contravenga la ley británica. Es esa condición la que no se ha cumplido. No muchos meses antes, en febrero, Rowan Williams, arzobispo de Canterbury, la principal figura de la iglesia británica –y también, como Phillips, con escaño en la Cámara de los Lores–, expresó la opinión de que sería apropiado que los musulmanes británicos utilizasen la sharia. Sostenía que “dar un estatus oficial a la ley islámica en Reino Unido ayudaría a lograr la cohesión social, porque algunos musulmanes no se ven reflejados en el sistema legal británico”. Y prosiguió:
No es como si estuviésemos trayendo un sistema rival y extranjero; ya tenemos en esta comunidad una serie de casos en los que la ley internacional de las comunidades religiosas es reconocida por la ley local (…) Hay margen para averiguar cómo se podrían acomodar constructivamente algunos aspectos de la ley musulmana, al igual que hemos hecho con algunos aspectos de otras leyes religiosas.
Ahí es donde empezó el debate. La sugerencia de Williams de introducir la sharia fue rechazada de inmediato por el primer ministro, Gordon Brown, y por Sayeeda Warsi, parlamentaria conservadora y ministra en la oposición de Cohesión de la Comunidad y la Acción Social. Warsi, ella misma musulmana, decía lo siguiente:
Las declaraciones del arzobispo no ayudan y pueden agravar la confusión que ya existe entre nuestras comunidades. (…) Debemos asegurarnos de que las personas de todas las culturas y religiones son tratadas como iguales ante la ley. La libertad dentro de la ley permite respetar algunas prácticas religiosas. Pero seamos absolutamente claros: todos los ciudadanos británicos deben someterse a las leyes británicas desarrolladas por el Parlamento y por los tribunales.
Sin embargo, un año antes, la sharia ya había entrado en el país. Una organización llamada Tribunal de Arbitraje Musulmán se erigió a sí misma a raíz de la Ley de Arbitraje de 1996. Ésta permite que particulares y empresas accedan de mutuo acuerdo a someterse a una reunión en la que una tercera parte decide sobre los argumentos en conflicto. El acuerdo mutuo es, por supuesto, el elemento en el que se basa la ley. Los tribunales musulmanes se limitan a los asuntos económicos y de propiedad. Utilizan las normas de la sharia para intervenir no sólo entre musulmanes, sino también entre no musulmanes que quieran resolver sus litigios según los estándares de la sharia. Desde 2007, la MAT ha abierto tribunales en Nuneaton, Londres, Birmingham, Bradford y Manchester. Se consideran todos legales, y sus sentencias pueden ser confirmadas por los tribunales del condado y el Tribunal Supremo.
La aquiescencia a la regularización de la sharia dentro de los procesos legales de Reino Unido recibió un gran impulso durante un breve periodo cuando, en marzo de 2014, la Law Society publicó una guía de instrucciones para permitir que determinados procuradores prepararan testamentos “conformes con la sharia”, aunque pudiesen discriminar a las viudas, a los no musulmanes, a las herederas, a los hijos adoptados y otros. Cuando empezó a acalorarse el debate y la Law Society recibió duras críticas, retiró algunos meses después la guía y se disculpó por haberlas presentado. Fue un sano ejemplo de cómo el debate abierto puede lograr resultados en las sociedades democráticas.
Por esa época, no obstante, había unos 85 consejos de la sharia en funcionamiento, la mayoría de ellos abiertamente, y otros en las trastiendas, por todo Reino Unido. A todos les fue garantizado el reconocimiento de las instituciones. Estos consejos se confunden a menudo con los tribunales de arbitraje, pero en realidad son muy diferentes. Un consejo (a veces llamado tribunal) funciona como un servicio de mediación, también legal en la ley británica. Sin embargo, las decisiones de estos consejos no están contempladas por la ley británica. Suelen estar compuestos por un pequeño grupo de ancianos con diversos grados de formación en leyes islámicas, y por lo general dictan consejos o fatwas [opiniones religiosas] basadas en las sentencias de cualquiera de las principales escuelas de derecho musulmán.
Son estos consejos los que causan mayor preocupación, especialmente el limitado rango de materias sobre las cuales dictan sentencias: matrimonio, divorcio, custodia de los hijos y herencias. En todos estos ámbitos, las preocupaciones residen principalmente en el tratamiento a las mujeres musulmanas. Entre los principales críticos de la sharia en estos temas es uno de los miembros más visionarios de la Cámara de los Lores británica, la baronesa Caroline Cox[2]. Lo primero que hizo tras entrar en la Cámara de los Lores fue partir en un camión de 32 toneladas a varios países comunistas –Polonia, Rumanía y la Unión Soviética– para llevar medicinas al otro lado del Telón de Acero. Fue uno de los primeros políticos que se tomó en serio la amenaza del islam, exponiendo sus argumentos en un libro en 2003, The ‘West’, Islam and Islamism. Is ideological Islam compatible with liberal democracy?
Esta preocupación por el islamismo y su incompatibilidad con las normas de la democracia laica se centra especialmente en la aplicación de la ley de la sharia dentro de países como Reino Unido, donde se considera que todos los ciudadanos son iguales ante la ley. Hablando sobre los tribunales de la sharia en 2011, la baronesa Cox declaró:
No podemos quedarnos sentados cómodamente en nuestros sofás rojos y verdes mientras algunas mujeres están sufriendo un sistema que es completamente incompatible con los principios legales sobre los que se fundó este país… Si no hacemos nada, estaremos consintiéndolo.
Hace poco realizó un reportaje titulado A Parallel World: Confronting the abuse of many Muslim women in Britain today, publicado por la editorial Bow Group. En él, no sólo describe los problemas a los que se enfrentan muchas musulmanas en los consejos de la sharia, sino que presenta el amplio testimonio de mujeres que han sufrido discriminación y abusos por parte de estos “tribunales”.[3]
En mayo de 2012, la baronesa Cox presentó su primer proyecto de ley sobre Servicios de Arbitraje y Mediación (Igualdad) en la Cámara de los Lores. El proyecto de ley tuvo su segunda lectura en octubre de ese mismo año, pero no pasó de ahí. Estuvo respaldado, sin embargo, por un extenso conjunto de pruebas presentado en un documento, Equal and Free?, de la National Secular Society. En junio de 2015, Cox presentó una versión modificada del proyecto de ley. Tuvo su segunda lectura en octubre, y en noviembre llegó a la fase de comisión. Aún tiene que pasar por algunas fases más hasta que pueda enviarse a la Cámara de los Comunes, y tal vez algún día reciba la sanción real y se convierta en ley. Tuvo una cálida acogida entre los miembros de la Cámara de los Lores, con sólo una opinión en contra, la de Lord Sheikh, miembro musulmán que ve muy poca culpa o ninguna en cualquier cosa que digan o hagan los musulmanes. Sin embargo, el ministro del gobierno, Lord Faulks, dijo que la actual legislación civil es lo único que se necesita para garantizar la justicia para las mujeres musulmanas.
Las cosas no son ni mucho menos tan sencillas como al gobierno le gustaría que fuesen. La ley de la sharia no es un sistema concreto y claro que pueda mezclarse fácilmente con los valores y estatutos occidentales. No pasa nada si los imanes o los consejos reparten asesoramiento sobre las regulaciones que afectan al rezo obligatorio, al ayuno obligatorio, a la peregrinación obligatoria, a las limosnas obligatorias, a lo adecuado o inadecuado de seguir esta tradición espiritual, o incluso cuando hombres y mujeres se sienten juntos o se vean sin un acompañante. Para los musulmanes devotos, estas son cosas que tienen que saber, y aunque el consejo que puedan recibir sobre algunas normas difiera de la escuela de derecho o de las prácticas culturales de su comunidad específica, eso no tiene nada que ver con la ley británica.
Pero hay mucho más de lo que se ve en la superficie. Un problema es que es difícil, si no imposible, reformar la sharia. Las sentencias legales están fosilizadas en una tradición u otra, y se les da continuidad porque se considera que derivan de una combinación del versos del Corán, las tradiciones sagradas o los libros de referencia fiqh (o jurisprudencia). Es difícil, por lo tanto, modificar leyes sobre cualquier cosa para que se ajusten a la necesidad de actualizarlas en los términos de los valores occidentales sobre los derechos humanos. A muchos musulmanes puede incomodarles hoy el uso de la yihad como grito de guerra para organizaciones terroristas como el Estado Islámico, pero ningún estudioso o grupo de estudiosos tiene derecho a abolir la tradicional ley de la yihad. La innovación religiosa (bid’a) equivale a la herejía, y la herejía conlleva la excomunión y el infierno, como se ha estipulado durante siglos. La creciente influencia del islamismo salafista se basa precisamente en que cualquier renovación de la fe significa retroceder a las prácticas y las palabras de Mahoma y compañía, no avanzar hacia la reforma.
En los consejos de la sharia no parece haber ningún método formal para guardar un registro de lo que se dice y se decide. Apenas se permite que haya no musulmanes presentes en los procesos y, en consecuencia, ni el gobierno ni ninguna comunidad jurídica tiene forma de vigilar periódicamente los procesos. Incluso Machteld Zee, cuyo próximo libro, Choosing Sharia? Multiculturalism, Islamic Fundamentalism and British Sharia Councils, será el primer análisis académico de lo que sucede en los consejos, sólo pasó dos tardes en un consejo en Leyton y otra más en uno de Birmingham. No se permiten que personas cualificadas y designadas por el gobierno hagan inspecciones sin previo aviso. No hay nada ni remotamente parecido al organismo de inspección de colegios del gobierno, Ofsted, que ha visitado periódicamente (aunque no siempre de forma correcta) los colegios musulmanes. Así que no hay realmente forma de saber qué pasa, aparte de los testimonios de las mujeres que han denunciado prácticas abusivas o ilegales.
Los tribunales de primera instancia, los tribunales de condado y los tribunales de la Corona son completamente transparentes (excepto en los asuntos que se tratan a puerta cerrada), llevan un archivo completo, y el público es libre de visitarlos y observar. Los riesgos de permitir que los consejos dicten sentencias sin que haya un inspector observando son obvios. Y si no se lleva un registro completo de los procesos, siempre será difícil volver a examinar a fondo un caso si surgen problemas legales después.
Además, el sistema legal británico no tiene voz en el nombramiento de los comités de los consejos de la sharia. Parece que no hay ningún mecanismo acordado para los nombramientos, y el origen y la identidad de los candidatos siguen siendo un motivo de preocupación en varios aspectos. No hay un solo rango de calificaciones para los estudiantes musulmanes (ulema) o para quienes dictan jurisprudencia (fuqaha’). La mayoría habrá asistido a una especie de madraza [escuela religiosa islámica], y muchos se habrán postrado a los pies de algún jeque en concreto para que le conceda una ijaza: normalmente esto significa que tiene permiso para impartir clase basándose en un libro escrito por ese jeque. Algunos acabarán algún curso, pero habrá poca coherencia. Se están obteniendo cada vez más cualificaciones de madrazas con sede en el Reino Unido, en especial de la Darul-Ulom en Bury, o en su equivalente de alto nivel en Dewsbury, aunque hay otras tres Darul-Ulom en Reino Unido. En Londres, las clases infantiles son inspeccionadas por Ofsted, las otras no. La de Bury y otras madrazas se adscriben a la versión deobandi del islam (presente en el norte de India, Pakistán, Bangladés y Afganistán). Las madrazas pakistaníes de las que surgieron los talibanes fueron y son de credo deobandi. Muchas madrazas de Pakistán financiadas por los saudíes han sido utilizadas para reclutar para la yihad.
Los deobandis, de influencia wahabista, controlan la mayoría de mezquitas de Gran Bretaña, pero no es ni mucho menos el único grupo con mezquitas y otras instituciones.[4] Hay también grupos más pequeños de imanes y estudiosos salafistas, muchos de los cuales provienen de madrazas financiadas por los saudís.[5]
La situación se vuelve más compleja si se le suman las grandes cantidades de estudiosos y juristas que surgen de los colegios de Pakistán, Bangladés e India. Éstos tienden a ser muy conservadores y siguen desempeñando una función primordial proporcionando imanes y otros miembros a los consejos de la sharia.
En suma, estas diferencias en la formación, las cualificaciones, las habilidades lingüísticas y demás significan que no hay un terreno neutral para la experiencia y el conocimiento, sino que hay una considerable laxitud respecto a cómo se interpreta la ley de la sharia. Muchas veces, los expertos que se adhieren a una rama del islam discreparán vehementemente de otros. Por lo general, se considera que los consejos de la sharia y los tribunales de arbitraje musulmanes son conservadores, con pocos defensores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos a la vista.
Por último, hay un rasgo menos conocido de la teoría moderna de la sharia que afecta a Europa, América del Norte y otros lugares de Occidente. En la teoría clásica islámica, el mundo se divide entre la Casa del Islam (Dar al Islam), los territorios regidos por gobiernos islámicos, y la Casa de la Guerra (Dar al Harb), regiones bajo control no musulmán. En términos estrictos, un musulmán que viva en un país no musulmán está obligado a abandonarlo y a volver a un estado musulmán, normalmente algún lugar dentro del imperio musulmán. En términos estrictos, lo apropiado, e incluso obligatorio, es que los musulmanes vivan en países no musulmanes cuando dichos países están bajo un régimen musulmán, al margen del tamaño de las dos poblaciones. En todos los imperios islámicos ha habido una mayoría de no musulmanes. La expansión y el imperialismo musulmán significaba que los musulmanes controlaran territorios donde, al principio, no fuesen mayoría. Estos territorios se considerabanDar al Islam. Después, cuando los musulmanes fueron expulsados de lugares como Portugal y España, esos países se convirtieron en Dar al Harb y, a ojos de muchos musulmanes, se hizo necesario luchar contra ellos para devolverlos al islam, como está sucediendo hoy con Israel.
Cuando en los siglos XIX y XX los no musulmanes se hicieron con el control de los territorios musulmanes, hubo que transigir. Sin embargo, durante el siglo XX, y cada vez más en el actual, un gran número de musulmanes se fueron a vivir a países occidentales. Con la afluencia de refugiados en Europa en 2015, los musulmanes que viven fuera de territorios islámicos se han enfrentado a dilemas respecto a la aplicación de la sharia, especialmente cuando entra en conflicto con las leyes civiles de sus países de acogida.
La respuesta de muchos musulmanes ha sido desarrollar una nueva forma de jurisprudencia islámica, fiqh al ‘aqaliyat, “jurisprudencia para las minorías”. Ésta empezó en la década de 1990, sobre todo por la iniciativa de dos estudiosos musulmanes, Shayj Taha Jabir al Alwani y Shayj Yusuf al Qaradawi. Alwani es presidente de la Escuela Superior de Ciencias Islámicas y Sociales en Ashburn (Virginia), ahora parte de la Universidad de Córdoba, y fundador y expresidente del Consejo Fiqh de América del Norte, asociado a la Sociedad Islámica de América del Norte (ISNA, por sus siglas en inglés). La propia ISNA, por supuesto, fue identificada hace tiempo como organización pantalla de los radicales Hermanos Musulmanes. Esa conexión se hace más patente cuando se observa a Yusuf al Qaradawi, residente en Qatar y uno de los principales ideólogos de los Hermanos Musulmanes. El programa de televisión de Qaradawi, al-Sharīʿa wa al-Ḥayā, es seguido internacionalmente por unos 60 millones de personas, y su extensa web de fatwas, Islam Online, es consultada por millones
Los principios bajo los cuales opera la jurisprudencia para las minorías son en cierto modo complejos. Parte del debate afecta a si los países no musulmanes con grandes minorías musulmanas siguen siendo la “Casa de la Guerra”; por lo general, se rechaza esa idea. Si los estados occidentales no están en estado de guerra con el islam, entonces los musulmanes no están obligados a abandonarlos para buscar refugio en un país islámico. En ese caso, es necesario interpretar las normas de la sharia para hacer posible que los musulmanes vivan en territorios a los cuales han emigrado, o en los que se encuentren por periodos limitados, como por ejemplo un viaje de estudios al extranjero. En todo caso, los ajustes a los modos occidentales no permiten un cambio efectivo de la sharia.
En 1997, el gobierno de Qatar proporcionó fondos para crear una institución conocida como el Consejo Europeo para la Fatwa y la Investigación (ECFR, por sus siglas en inglés), con sede en Dublín. El consejo, cuyo presidente es el propio Qaradawi, se creó bajo los auspicios de la Federación de Organizaciones Islámicas en Europa, otra organización pantalla de los Hermanos Musulmanes, vinculada estrechamente a la rama palestina de los Hermanos Musulmanes, Hamás. El ECFR tiene 32 miembros, más o menos la mitad de los estados europeos, y el resto son de América del Norte, África del Norte y el Golfo. Sus fatwas hacen muy poco por integrar las normas de la sharia en las sociedades europeas. Una fatwa declara:
“La sharia no puede ser enmendada para ajustarse a los cambiantes valores y estándares del hombre, sino que es la norma absoluta a la que deben conformarse todos los valores y conductas humanas; es el marco de referencia para ellos; es la escala por la que deben ser sopesadas.”
La verdadera trascendencia del ECFR y su grupo internacional de juristas es que es un organismo extraterritorial que emite sentencias, proporciona soluciones legales y arbitra sobre todos los aspectos de la ley islámica. Su impacto en los tribunales nacionales de la sharia, como el Tribunal Musulmán de Arbitraje británico, y el Consejo Islámico de la Sharia de Reino Unido, no se puede calcular fácilmente, pero sin duda desempeña una función importante. Si se leen las fatwas del ECFR y muchas de las páginas web de fatwas, está claro que los organismos nacionales de la sharia en los países occidentales están funcionando fuera de los límites de los sistemas legales británico, francés y otros. Ningún estado europeo o americano puede ejercer un pleno control sobre quién oficia en dichos consejos, quién les influye y qué sentencias inspiran sus dictámenes.
Aunque el ECFR es el principal organismo de la fatwa en Europa, otras organizaciones nacionales –en Francia, Alemania y Noruega, por ejemplo– emiten fatwas en otras lenguas. En todas partes, el enfoque es casi el mismo. Sea mediante la jurisprudencia convencional o la jurisprudencia de las minorías, no se ve una vía clara para mejorar la asimilación de los musulmanes en las sociedades europeas, ni la acomodación de la ley de la sharia junto a la ley occidental dictada por el hombre.
A menos que la mentalidad del clero musulmán acepte la reforma, el islam salafista seguirá arrastrando a los musulmanes al pasado. Bajo la estricta aplicación de la sharia, sigue surgiendo una pregunta: ¿qué va a pasar con los cada vez más millones de recién llegados para quienes los códigos legales occidentales son un valor secundario; para los cuales, tal vez, sean sólo un obstáculo en su camino hacia un objetivo último de separación total de las sociedades de acogida?
En Sharia Law or One Law for All, llamo la atención sobre otro nivel de sentencias de la sharia que proveen fatwas para muchos musulmanes británicos, en particular la generación más joven. Se trata de páginas web: “bancos de fatwas”. Personas o parejas envían preguntas a los muftis que administran las páginas, y reciben respuestas en forma de fatwas que se consideran acreditadas. Las preguntas y respuestas se conservan en galerías de sentencias, por las que cualquiera puede navegar en busca de consejos. Las páginas no son en modo alguno coherentes, y difieren de un estudioso a otro. Pero sí dan una idea de los tipos de sentencias que se pueden dictar en los consejos de la sharia.
Por ejemplo:
- Una mujer musulmana no se casará con un no musulmán salvo que éste se convierta al islam (los hijos se separarán de la mujer hasta que se esté casada con un musulmán).
- La poligamia (de dos a cuatro mujeres) es legal.
- Un hombre puede divorciarse de su mujer sin decírselo, siempre y cuando no pretenda acostarse con ella.
- Un marido tiene derechos conyugales frente a su mujer, y ella debe responder a sus requerimientos para mantener relaciones sexuales (pero ella no puede emplazarlo a él).
- Una mujer no puede seguir con su marido si él abandona el islam.
- Los no musulmanes serán privados de su parte en una herencia.
- Un divorcio no requiere testigos (un hombre puede divorciarse de su mujer y echarla sin que nadie más se entere).
- Un nuevo matrimonio exige que ella se haya casado, haya tenido relaciones sexuales y se haya divorciado de ella otro hombre.
- Una mujer no tiene derechos de propiedad en caso de divorcio (proceso que puede iniciar el marido de manera arbitraria).
- La ley de la sharia prevalece sobre las sentencias de los tribunales británicos.
- Los derechos de custodia de los hijos pueden diferir de los contemplados por la ley de Reino Unido.
- Aceptar la residencia en un país no musulmán está prohibido salvo en unos pocos casos limitados.
- Aceptar un seguro está prohibido, aunque lo exija la ley.
- No hay obligación de inscribir un matrimonio en el registro como estipula la ley del país.
- Se desaconseja alquilar un apartamento que pertenezca a una iglesia católica.
- Un abogado musulmán tiene que actuar contra de la ley británica cuando ésta contradiga a la sharia.
- Trabajar como conductor de taxi está prohibido.
- Se permite ser agente de policía, siempre y cuando no haya obligación de hacer nada contrario a la sharia.
- Las mujeres tienen restricciones para salir de sus casas y conducir.
- Una mujer adulta no podrá casarse con cualquiera que ella elija.
- La ley de la sharia sobre la validez jurídica contradice la Ley de Validez Jurídica de 1976.
- Una mujer no podrá salir de casa sin el consentimiento de su marido (una restricción que podría constituir privación ilegítima de la libertad).
- La adopción legal está prohibida.
- Un hombre puede coaccionar a su mujer para tener relaciones sexuales.
- Una mujer no podrá conservar la custodia de sus hijos hasta que no cumpla los siete años (si es un niño) o los nueve (si es una niña).
- El matrimonio civil podrá no tener validez.
- La ley de la sharia tiene prioridad sobre la ley secular (por ejemplo, una mujer no puede divorciarse de su marido en un juzgado civil).
- Luchar contra los americanos y los británicos es un deber religioso.
- Se recomiendan severos castigos para los homosexuales.
- Se desaconseja que la mujer se someta a un tratamiento de fertilidad.
- Una mujer no se puede casar sin la presencia y el permiso de un guardián masculino (walí).
- Si ha transcurrido la ‘idda de una mujer (tres meses, para determinar si está o no embarazada) y ya no tiene relaciones sexuales con su marido, él estará exento de pagar cualquier gasto de manutención.
- Un hijo ilegítimo podrá no heredar de su padre.
Algunas de estas fatwas aconsejan acciones ilegales y otras trasgreden los derechos humanos básicos aplicados por los tribunales británicos. Demuestran gráficamente lo cuestionable que es permitir un sistema legal paralelo dentro de un sistema nacional unitario.
[1] Ver Umdat al-salik de Ahmad ibn Naqib, traducido por Nuh Ha Mim Keller al inglés comoReliance of the Traveller (Beltsville MD, 1991 y 1994), pág. 595: “Cuando el agresor esté violando a alguien con quien tenga prohibido por la ley cualquier relación sexual, es permisible matarlo inmediatamente”, basado en una declaración de Abu’l Hasan al Mawardi, el famoso jurista de Shafi’i (972-1058).
[2] La Baronesa Cox entró en la Cámara de los Lores en 1982, y desde entonces ha hecho una magnífica contribución a causas humanitarias en todo el mundo, viajando a zonas remotas con conflictos y violaciones de los derechos humanos, asumiendo un gran riesgo personal.
[3] Se han expresado opiniones similares en los dos años anteriores, en un informe de 2010 de la organización One Law for All de Maryam Namazie, titulado Sharia Law for Britain: A Threat to One Law for All and Equal Rights. El informe, a su vez, había sido precedido por un libro, titulado Sharia Law or ‘One Law for All’?, escrito por el autor de este artículo para el think tankindependiente Civitas (el instituto para el estudio de la sociedad civil).
[4] Otros musulmanes de origen pakistaní han recibido orientación de influencia sufí, que, aunque se adhiere a la misma escuela de derecho hanafí, está en constante conflicto con los deobandis. Hay sin duda más jóvenes musulmanes formándose en Reino Unido, y muchos de ellos experimentan dificultades con los cursos impartidos en urdu, como en Bury.
[5] Para más detalles, ver Medina in Birmingham, Najaf in Brent: Inside British Islam, de Innes Bowen (Londres, 2014).
Archivado en: ACTUALIDAD, ARTÍCULOS, DIVULGACIÓN, ISLAM Tagged: "ISLAMIZACIÓN DE OCCIDENTE", #STOPISLAM, EUROPA, GRAN BRETAÑA, IMPOSICIÓN SHARIA EN OCCIDENTE, ISLAM, LEYES, MUSULMANES, POLÍTICA, SHARIA, STOP ISLAM, YIHAD