Por: Antonio Maqueda
El cerebro económico de Podemos, Nacho Álvarez, reconoció ante un foro de economistas que su programa tendría problemas de implementación a corto plazo. Cuando fue interrogado por el efecto que tendría sobre la balanza exterior aumentar el gasto público en casi 100.000 millones, Álvarez admitió que en un primer momento eso podría suponer una dificultad.
En una reunión organizada por el think tank Fedea, Álvarez desgranó las principales líneas de su política económica. Allí explicó que pretendía elevar los desembolsos del Estado en unos 96.000 millones, y que eso se financiaría de sobra con un incremento de la recaudación por una cantidad equivalente gracias a las subidas de impuestos y el crecimiento del PIB que generaría el gasto público. Se financiaría tan de sobra que hasta se bajaría el déficit.
Sin embargo, en esas cuentas de Podemos la ratio de gasto sobre PIB quedaría estabilizada en el 43%, justo el mismo porcentaje que se registra en la actualidad. Es decir, para que la ratio siga igual el PIB debería crecer al mismo ritmo que el gasto. Lo que a su vez implica que para poder sostener semejante gasto la economía tendría que crecer a tasas anuales cercanas al 5%, algo que se antoja prácticamente imposible en un contexto de bajos crecimientos y alta preocupación por fenómenos como el estancamiento secular o la japonización.
“Los economistas de Podemos han determinado cuánto quieren gastar en los próximos años y a partir de ahí han torturado los números para que les dé cómo financiarlo y cumplir con el déficit. Ellos argumentan que con ese aumento del gasto se disparará la demanda y, por lo tanto, el crecimiento del PIB y los ingresos tributarios. Sin embargo, las cifras no cuadran. La economía española tiene una alta propensión a importar. Si te pusieses a repartir sobres con dinero, los españoles los emplearíamos en adquirir coches alemanes, teles coreanas o iphones americanos. Sin haber mejorado sustancialmente nuestra competitividad, esa inyección de pasta además elevaría los precios y nos convertiría de nuevo en un país caro. Como consecuencia, las inyecciones de dinero se destinarían a comprar todavía más productos foráneos en una suerte de espiral negativa que empeoraría cada vez más nuestra balanza comercial lastrando el PIB. Precisamente esta pega se le apuntó a Álvarez, a lo que respondió que efectivamente podría suponer un problema a corto plazo”, explica uno de los economistas que participaron en la reunión.
O lo que es lo mismo, el plan económico de Podemos no contempla las consecuencias de una economía abierta en la que los estímulos pueden acabar beneficiando a otras economías. En Alemania ya tienen muy estudiado que cada vez que engordan el gasto público éste termina normalmente en manos de productores chinos y estadounidenses.
“No hay que irse muy lejos para tener un ejemplo de que estas políticas no funcionan. El Plan E supuso una muestra clara de lo inútil que pueden resultar las políticas de estímulo público en una economía global. Sus cálculos tan sólo servirían en una autarquía, cuyo empobrecimiento tristemente ya conocemos”, comentan varios economistas. Es más, el Plan E también puso de manifiesto la tremenda dificultad de desplegar políticas de gasto de forma eficiente. A juicio de los expertos, se antoja casi imposible engordar los desembolsos del Estado en casi 100.000 millones en cuatro años sin incurrir en graves ineficiencias y programas de gasto mal diseñados. Amén de que el gasto ocurriría al instante, pero en cambio el efecto multiplicador se produciría con un retardo, lo que conlleva un aumento inicial del déficit todavía mayor.
Por lo general, cualquier economista ve factible llevar los ingresos hasta el 41% del PIB desde el 38,3% registrado en estos momentos. Se puede alcanzar esas cotas a razón de un incremento anual de la recaudación de 0,6 ó 0,7 puntos anuales conseguidos por la mejora natural del ciclo. Sin embargo, eso implica que la economía crece todos los años y que se profundiza en las reformas. En el mejor de los casos, durante una legislatura se podrían obtener unos 30.000 millones más de ingresos siempre que el PIB avanzase a tasas del 2% ó el 3%. Pero nunca se podrían ingresar unos 96.000 millones tal y como promete Podemos. Para ello, como ya hemos señalado, hace falta que la economía crezca por lo menos un 5% anual. Y el hecho de elevar la presión fiscal con tal conseguirlo probablemente causaría una severa contracción de la actividad.
Los guarismos de Podemos tampoco tienen en cuenta el impacto que tendría sobre la evolución del PIB las alzas fiscales o deshacer las reformas laborales de 2011 y 2012, sostienen varios analistas consultados. Medidas como subir mucho el salario mínimo o suprimir las reformas laborales introducirían rigidez en la contratación, desincentivarían la creación de empleo y, por lo tanto, ocasionarían un menor crecimiento y menores ingresos.
Por último, las propuestas de Podemos e IU aspiran a eliminar la reforma de las pensiones, lo que provocaría un brutal incremento del gasto en la mayor partida del Estado.
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