“Siempre fuiste propensa a fantasear” dijo el demonio frunciendo los labios y encogiendo la nariz. “¿Queréis probar la pócima y experimentar los efectos en vuestra propia carne? Tal vez entonces cambiéis de opinión” replicó la bruja subrayando sus últimas palabras con un espeluznante mohín.
El fantasma y el demonio rehusaron la invitación. Ambos sabían que la bruja tenía más razón que un santo. Ese bebedizo tenía que ser mortífero de necesidad.
La tía putativa de Octavio, a quien no había pasado desapercibida la aprensión de sus colegas, sirvió una nueva ronda de consomé. Y, en un tono más intimidatorio que didáctico, explicó: “La cortaalas envenena los fluidos vitales, que se descomponen y pudren. El sujeto queda fuera de juego limpiamente, como si hubiese sido objeto de varias sesiones de vudú sincronizadas”.
Los tíos putativos de Fausto y Feliciana se picaron y se apresuraron a exponer sus iniquidades más destacadas…
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