Tras los procesos de descolonización transcurridos desde el final de la II Guerra mundial hasta los años 70 y la pérdida del “Sahara español” Europa y fundamentalmente los países de influencia francófona acogieron a miles de musulmanes. Alemania, tras la sangría de la II Guerra no tenía hombres e importó mano de obra. Los países nórdicos como Suecia y Dinamarca también iniciaron una política de acogida de inmigración proveniente de países del Magreb.
Esas comunidades islámicas que se quedaron no han realizado un proceso de adaptación cultural. Cómodamente instaladas en nuestro sistema legal, liberal y garantista, se han mantenido fieles a su cultura islámica floreciendo demográficamente (el aborto está prohibido en su ley) apoyadas por las abundantes ayudas estatales. Hoy ya están en la 3ª generación y son ciudadanos europeos de pleno derecho.
“Europa, culpable de los desastres de la colonización” es el axioma que sigue enquistado en las conciencias europeas del mismo modo que ocurrió con el ensañamiento en la conciencia española de la ingrata y mentirosa leyenda negra, que jamás hizo justicia a una realidad; en España jamás hubo colonias, aquellos territorios eran el “Plus Ultra”, eran España. Como muestra un botón: Simón Bolívar el libertador fue constituyente de “la pepa”.
Bajo ese síndrome de Estocolmo, fomentado por los enemigos de nuestras libertades, que como legado dejó la terrible persecución hebrea practicada por siglos (especialmente en la “Shoa”) europa se decidió a intentar el multiculturalismo e integrar, permitiendo a su vez que ideologías totalitarias (a excepción del nazismo) habiten entre nosotros, concurran a las elecciones y pervivan en nuestro desarrollado modelo de civilización, hasta ponerlo en riesgo. Me refiero al Marxismo-leninismo (Cuba, Venezuela, Podemos, ETA, ERC) y al islam integrista.
Se perpetúan, se difunden, se financian y se propagan en las democracias pervirtiendo las instituciones, los impuestos, y hasta la terminología más básica. Personas que aplauden a dictadores mientras levantan el puño en alto se hacen llamar demócratas, señalando a quien discrepa de sus ideas fracasadas mientras justifican y aplauden a organizaciones terroristas cuyo balance en víctimas es aterrador.
Estos credos totalitarios no pueden ni un dia mas pervivir alimentándose del adanismo europeo, regadas con los impuestos de quienes ambicionamos una sociedad próspera, en convivencia y en paz. Sin integrarse, pretenden imponer a los países de acogida sus costumbres culturales reglamentadas bajo un código, sea el ateísmo comunista o el del Corán, cuya aplicación legal, la sharia, obligo a las naciones árabes a rechazar la firma de la carta de los derechos humanos de la ONU. Y sin derechos humanos los ciudadanos europeos no concebimos la civilización, ni opción alguna a una convivencia fértil.
Las leyes y progresos que la civilización judeo-cristiana nos legaron, hoy son puestos en cuestión desde estas criminales ideologías que manipulan nuestro imperfecto pasado, un pasado que no admite comparación frente a los modelos totalitarias que ellos promueven, fracasadas allí donde se pusieron en práctica. Pretenden criticarnos, reformarnos e imponernos sus ruinosas tesis, desde la crítica de muestras evidentes imperfecciones, nimiedades corregibles ante los desastres ocasionados por quienes nos atacan, que se alzan, moralizandonos, empleando como púlpito de su demagogia nuestros errores como axioma de nuestra decadencia.
Y mientras nos llaman decadentes, las elites islámicas o comunistas viajan a occidente para formarse, estudiar o residir, en un cinismo que va desde las riquísimas monarquias arabes que rechazan auxiliar a los refugiados, a esas repúblicas comunistas como venezuela, que dejan morir de hambre a sus compatriotas mientras sus elites envían a sus expolios a suiza o sus hijos a EE.UU de vacaciones, a vestirse, comprar o estudiar humanidades.
La única decadencia que destruirá a Europa nace del abandono de nuestros valores, nuestras convicciones, nuestras leyes y nuestro modelo de convivencia, basado en el respeto, la libertad y la ley. Nuestra capacidad de crítica, fuente de nuestro saber, puede ser también el fin de nuestra civilización si no sabemos discernir entre la critica sana que nos hizo crecer, de los maldicientes complejos que nacen en la malsana denuncia de nuestros errores, magnificados por quienes nos odian y buscan nuestra perdición.
Por eso, quien pretende destruir nuestras reglas morales, leyes y éticas ha de irse, y su condición de ciudadanía restringirse o anularse, sin tener en cuenta su raza, lugar de nacimiento o credo. Tras los atentados de Bruselas y con carácter urgente hay que cerrar todas las mezquitas y las escuelas coránicas en Europa en las que se predique el odio y la yihad. Nuestro futuro y nuestras libertades dependen de ello.
“por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida” Cervantes
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