La tarde se presentaba muy clara y apacible en el mar; solo la presencia de un barco en la lejanía inquietaba a Pizarro. Trasladaba el mayor tesoro que un hombre podía guardar, y no dudaría en apostar su vida por conservarlo.
No había transcurrido ni una hora cuando…
… el bajel Paz Eterna, capitaneado por un temido pirata apodado el Tigre, a cuyo mando tenía cuarenta y nueve salvajes bucaneros, se enfrentaba al San Andrés, galeón español con noventa y cuatro marineros, atemorizados ante la mera visión del enemigo.
El San Andrés trasladaba, protegida por doce recios y endurecidos soldados de los Tercios españoles, a la Princesa Patricia, hija del Rey, y joven algo caprichosa, aunque de una belleza sorprendente: el negro profundo y brillante de su larga melena, así como sus ojos orientales, fabricantes de una mirada limpia y deslumbrante, y una sonrisa que le obligaba a uno…
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