Era un egipcio al servicio de Napoleón, de esos que se trajo de África. Con sus turbantes y sus pantalones bombachos resultaban muy pintorescos en los desfiles. Pero eran terribles cuando con sus caballos al galope, cargaban contra su enemigo. Así debió de ser cuando en Austerlitz desbarataron a los húsares de la Guardia Imperial Rusa. Sus gritos y el brillo de sus cimitarras, les heló la sangre y consiguió romper la formación.
Se llamaba Mustafá, el egipcio que les capitaneaba. Un nombre que a los españoles nos parece tan corriente como llamar Fransuá a un gabacho. Pero nada corriente le debió parecer a Napoleón su hazaña, cuando él mismo prendió en su pecho una condecoración. Y es que la carga, además de desbaratar las líneas enemigas, estuvo a punto de culminar con la captura del archiduque Constantino, hermano del zar Alejandro. El gran duque pudo escapar disparando al caballo del mameluco.
La segunda…
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