Originalmente publicado en DESDE LA ZONA INDEPENDIENTE:
Como nacido y criado en un país católico, la religión nos fue inculcada a los españoles de forma intencionadamente temprana, cuando todavía los juicios críticos eran inexistentes, nuestras escalas de valores estaban todavía por descubrir y nuestras voluntades no manifestadas aún debían de ser convenientemente pulidas con los años. Con aquel espíritu inocente de los niños impúberes, las clases de religión católica eran expuestas por diligentes profesores como una amalgama de historias bíblicas sitas en la antigua Judea junto a una serie de doctrinas y credos que todos debíamos saber y profesar en cuanto el profesor diera por concluida la lección. Así de forma sorpresiva e inopinada íbamos configurando la religión católica como un batiburrillo de caridad, bondad, hacer el bien a los demás y compartirlo todo como buenos hermanos. Luego venía la comunión y parecía que todo iba a ser siempre así de fácil, pero no.
Enseguida los niños ya católicos cumplíamos los catorce años y después…
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