Algo se ha hecho mal cuando la corrupción se convierte en un fenómeno endémico o parece ser el motor que impulsa al sistema. Pero si hay que buscar culpables no es en los políticos sino en los que idearon el presente Estado de partidos; y bien podemos decir estados ya que para empeorar las cosas hay nada menos que diecisiete, a los que hay que añadir el central. Cada uno de ellos diseñado tal como indica el mismísimo Tribunal de Bonn, según nos apunta A.G. Trevijano hasta la extenuación, para ser apéndices incrustados en el Estado. Se trata de partidos pertenecientes al Estado, pagados por el Estado y controlados con mano de hierro por las oligarquías y jefes de cada uno de los respectivos partidos. El hecho del control oligárquico sobre todos los partidos políticos de masas, pertenezcan estos al Estado o a sus verdaderos dueños, es decir, a la sociedad civil, obedece a un principio universal descubierto por Robert Michels cuando estudiaba la socialdemocracia alemana allá por 1909. Michels formuló, para su sorpresa, la que denominaría “Ley de hierro de la oligarquía”:
“La organización es la que da origen al dominio de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores. Quien dice organización, dice oligarquía”. Cita
Nos guste o no los partidos de masas funcionan así y no hay nada ni de malo ni bueno en ello; lo importante es conocer ese principio universal y no obviarlo de las promesas y planteamientos políticos. Por eso, la tan mareada cuestión de la democracia interna de los partidos además de ser una entelequia resulta algo que al ciudadano nos debe mantener despreocupados, ya que según la ley de hierro siempre controlarán a los partidos de masas unas oligarquías comandadas por un jefe de partido. En todo caso, la influencia de las bases sobre su partido no deja de ser una cuestión interna y allá se las compongan dichas bases con los de arriba.
Recientemente en España se produjo un intento de proyectar democracia interna en un nuevo partido llamado Podemos. Al final, ha resltado inevitable que las luchas por el poder y las pasiones que someten a las oligarquías que ambicionan controlar todo partido de masas hayan acabado con el espejismo de los círculos en los que intentó dividirse la democracia interna de Podemos. Dicho espejismo surgió de las asambleas y manifestaciones del 15M y ha sido hecho pedazos por la realidad de la ley de hierro; ese principio universal implacable como la misma ley de gravedad. Si los que empezaron liderando el partido prometieron un imposible bien pudo ser por simple ignorancia, algo curioso teniendo en cuenta que los líderes son profesores universitarios de ciencias políticas, o un engaño para alcanzar el poder aplicado a una población ignorante sobre los principios más elementales de la política y dispuesta a creer en los reyes magos.
Así que muchos decepcionados ante el espejismo de los círculos dePodemos deben estar planteándose aquello de: “apaga y vámonos”; tanto si han participado en los círculos como si estaban expectantes a ver qué pasaba. Si son conscientes de la situación, su decepción debe haber sido enorme.
Los que conocíamos la ley de hierro de los partidos de Robert Michels solo estábamos expectantes del cuándo, no del cómo. Al final se trata de un partido más que se ha sumado a los otros con una oligarquía controlándolo. Fin de la historia de un Podemos que se suma a lo que precisamente criticaba. Un partido como tantos otros que pretendió en sus comienzos dar un giro a la política de España mostrándose radicalmente de izquierdas y según se enfrenta a las realidad impuesta por la partidocracia patina en la pista de hielo de la política al viento de las encuestas mientras las soflamas populistas pierden fuelle.
Entonces, si no puede haber democracia interna en los partidos, ¿dónde podemos encontrarla? ¿Es que la democracia se trata de una de tantas utopías? ¿Es que la democracia es un ideal y por lo tanto tampoco existe en la realidad?
Esto nos lleva a un delicioso planteamiento que nos puede conducir a la libertad política: la democracia ya ha sido probada en el banco de pruebas de la historia con éxito cuando las trece colonias americanas se independizaron de Inglaterra y la descubrieron tras ensayo y error casi por casualidad…
Si la democracia existe y no puede darse dentro de los partido de masas, ¿dónde entonces se encuentra? Pues la respuesta está en que la democracia se halla fuera de los partidos: en ese espacio real y tangible que existe entre el ciudadano, su representante (pertenezca o no a un partido) y la forma en que podemos elegir y controlar a esos representantes. Esa es la ley electoral que hay que cambiar.
La democracia empieza por el candidato civilizado: esto es, que o bien forma parte de un partido financiado solo por sus miembros y nunca por el estado, o es alguien que ya se ha distinguido por algún servicio a la comunidad y presenta por libre un programa avalado por mil ciudadanos; digamos perteneciente a un distrito electoral pequeño monádico de unos cien mil habitantes, tal como apunta en su Teoría de la República A.G.Trevijano, .
¿Queréis democracia? Pues diputado de distrito uninominal (uno por distrito), con carácter imperativo (por parte de sus electores) y revocable(podemos quitarlo) en cualquier momento, en caso de deslealtad. El programa electoral debe equivaler al documento que firma Vd ante notario cuando da poderes para que alguien le represente en algún acto: una herencia, etc. Recuerdo la precisión del notario especificando a mi representante (quien iba a estar presente por mí) los límites de sus atribuciones cuando firmé un poder notarial. Pues ese documento notarial equivale al compromiso de mi elegido en las urnas cuando se da la democracia formal. Vd debe tener a un representante eligiendo a alguien que esté presente por Vd en el Congreso, no que represente a un jefe de partido. La representación es el primer paso hacia la democracia; por lo tanto, el cambio de la ley electoral es indispensable si queremos democracia.
De seguir en las mismas y mareando la perdiz, como hacen todos los jefes de partidos de masas cuando comentan una variación en la ley electoral, es evidente que volvemos al chocolate del loro pues hacen lo posible para cambiar la ley electoral sin que lo sustancial cambie. Es hora de una toma social de conciencia por parte de los ciudadanos porque nos demos cuenta de la suplantación de la democracia verdadera por la partidocracia, y por ende, exijamos ese cambio. Por este motivo Red de Blogs Comprometidos,al que tengo el honor de pertenecer, lanzamos una campaña en el único lugar al que tenemos acceso: en las redes sociales. Y lo hacemos con el hashtag #yoelijocandidato porque se trata de eso. Se trata de que los candidatos nos representen a nosotros y no al jefe de su partido político. Para ello es imprescindible el cambio de la ley electoral: fuera listas y elección directa de un candidato por distrito electoral para irnos a representar en el Congreso de Diputados, lugar por cierto donde el gobierno debe tener absolutamente prohibida la entrada; como tantas vece he comentado. El legislativo (diputados) jamás debe mezclarse con el ejecutivo (gobierno). Si lo hace será otra cosa, pero no es democracia.
PD
¿No os habéis planteado nunca que en las actuales circunstancias nos podríamos ahorrar el descomunal gasto de los diputados. Al fin y al cabo esa tomadura de pelo que llaman disciplina de voto y de partido garantiza que lo que propone el jefe de partido junto a su oligarquía sea lo que se vote. Con que se reunieran tan solo los jefes de partido, cada uno con su cuota de votos, todo lo demás sobraría en el Congreso de Diputados. Piensen en ello. Montados ya en la turbulenta ola de la partidocracia; las listas ni abiertas ni cerradas: con el jefe de partido en cada lista sobra. Y si nos ahorrásemos también el gasto de las comunidades autonómicas ¡Qué bien viviríamos los ciudadanos y cuántos tendría que trabajar todos de verdad.
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