Españolito que vienes al mundo te guarde Dios.
Una de las dos Españas ha de helarte el corazón.
Antonio Machado
En ésta nuestra querida España ya hemos sido castigados por la brutalidad terrorista demasiadas veces y disponemos de una luctuosa y terrible experiencia: la violencia ha amasado en su infecto lodo de intolerancia, crimen, xenofobia, muerte, asesinato y racismo un reguero de sangre y horror en estado puro. El terrorismo no solo ha causado dolor a toda una sociedad de bien sino que ha sacrificado víctimas inocentes (todas las víctimas son inocentes sin distinción) en esa España que nos hiela el corazón. Y nos hiela el corazón porque Machado jamás debió ni imaginar que la perversidad más oscura llegaría a superar en semejantes cotas a la que él mismo debió de conocer: jamás un terrorista debería haber conseguido rentabilidad política, ni financiación, ni negociación ni uno solo de sus objetivos totalitarios. Cada vez que nos ha azotado durante los últimos cuarenta años hemos sentido ese nudo en el corazón y un océano de tristeza nos ha embargado junto a la rabia, el dolor y la impotencia. Lo hemos sufrido tantas veces en España pero nadie de bien ha llegado a olvidar y acostumbrarse. La sombra de los cipreses es muy larga en la noche del desconsuelo.
Y cuando comparamos las vergonzosas insinuaciones culpando a las víctimas y victimizando a los criminales en estos últimos treinta años uno siente una gran desazón y vacío en el estómago: uno se avergüenza de vivir en esta España porque bajo el falso manto de la libertad de expresión y la vergonzosa y claudicante corrección política los pusilánimes y acomplejados gobiernos han permitido que los terroristas se sientan héroes ante sus deshumanizados acólitos. Han permitido la lacra. Permitir el crimen o permitir reuniones secretas en Perpignan sin que el politicastro oportunista de turno acabe con sus huesos en la cárcel por apología y exaltación del terrorismo es un crimen de Estado. Permitir que los terroristas sean recibidos como héroes o reciban dinero público que yo pago con mis impuestos es un crimen de Estado y una cobardía. Cuando ETA atentaba yo no compraba ningún periódico. No quería que nadie se lucrase con la sangre de aquellas víctimas que jamás serían resarcidas del horror, la humillación y la vergüenza. En vez del acto de Estado condecorando a los policías muertos que ha brindado Francia a sus fuerzas de seguridad y sus ciudadanos, nuestros policías eran enterrados sin reconocimiento social: sin el agradecimiento que su inmenso sacrificio merecía. Ese reconocimiento estaba en los bien nacidos, pero nunca lo pudimos exteriorizar.
Fueron los medios quienes contribuyeron a alimentar al monstruo porque lo que buscaban los terroristas era protagonismo y los medios de comunicación se lo proporcionaban puntualmente: las primeras páginas de todos los periódicos principales anunciaban el crimen en primera página. No con mi dinero. El que el gobierno entregaba a los asesinos por medio de partidos políticos y asociaciones con mis impuestos no lo podía controlar, pero ese día ningún periódico ganó dinero conmigo.
Este pueblo bobalicón compraba todavía más periódicos el día del atentado sin percatarse que estaba beneficiando a los terroristas. Si todos hubiésemos castigado a los medios se hubiesen tenido que tragar la noticia y puede que se hubiesen salvado muchas vidas. Los periódicos de EEUU realizaron el 11S un pacto patriótico para no publicar ni una sola foto de la muerte. Jamás leí una sola noticia o vi una imagen que beneficiase a los criminales. Esas luctuosas noticias hubiesen merecido un comentario en nuestros medios, pero de cuatro líneas insertadas en el lugar menos importante del diario. Hemos tenido editores sin conciencia y gobiernos pusilánimes que no le han parado los pies a los gobiernos autonómicos traidores que coqueteaban con los terroristas. La pluma tiene mucha fuerza y el Estado más. Hemos tenido gobiernos que han mantenido a nacionalistas lucrándose obscenamente del sudor del trabajo de los españoles cuando lo fácil hubiese sido anular las autonomías desleales. Hemos tenido gobernantes pero nunca hombres de Estado como lo fueron un Lincoln, un De Gaulle o un Churchill. Simplemente hubiesen tenido que aplicar la Constitución. Y cuanto más se les daba a los enemigos de la libertad más desleales se tornaban y más impulso cogían. Solo a un ignorante que no entiende ni sabe nada de historia ni del origen de los nacionalismos se le ocurre la estupidez de que a un chantajista lo contentas dándole todo y más y más, porque nunca se saciará y el nacionalismo no es más que chantaje de Estado y sometimiento de la sociedad civil.
Y viendo la movilización que ha tenido lugar en París no se puede dejar de considerar con cierta admiración la reacción de nuestra vecina nación levantada, todos a una, contra los criminales. Y por supuesto, todo bien nacido se une en el dolor con Francia porque no hay víctimas de primera ni de segunda categoría. No hay justificación: ese debiera haber sido el lema durante estos treinta años…, no hay justificación. Quienes justifican el terrorismo no están ejerciendo la libertad de expresión sino que son reos del delito de enaltecimiento y apología del terrorismo. Llamemos a las cosas por su nombre y sin complejos. Pero dentro del dolor ante los espantosos sucesos que han azotado a nuestro país vecino, uno tampoco puede dejar de plantearse ciertas cuestiones. Cómo se entiende a los del 98 cuando decían que España les dolía. Ya lo creo que duele.
¿Es que los policías, guardias civiles y militares asesinados de la forma más cobarde y cruel por terroristas desalmados merecen menos consideración que las otras víctimas asesinadas con igual crueldad y cobardía en Francia? ¿Es que hay víctimas de primera y de tercera? ¿En qué tipo de mundo esquizofrénico quieren hacernos vivir?
Sólo queda admirar cómo han tratado los franceses a los terroristas y la solución final que han recibido los criminales: pero en España tendríamos a toda una fauna tan desalmada como los mismos terroristas organizando manifestaciones para tildar hipócritamente de asesinos a nuestra policía por haber acribillado a tiros a los terroristas. Esa gentuza prefiere ver caer a un honrado padre de familia que se está ganando el pan y el de su familia protegiéndonos a nosotros y arriesgando heroicamente su vida antes que un terrorista sufra un pequeño rasguño y tengamos que ponerle una tirita. Esa España que te hiela el corazón está plagada de esa infecta plaga que no se diferencia en nada con la que alaba al terrorismo yihadista. Una plaga que se hace fotos junto a terroristas y después quiere presentarse para gobernar España. Esa parte de la España cainita que te hiela el corazón pero ya casi a 0ºK (es el cero absoluto, ausencia total de calor) tiene en mayor consideración al canalla que secuestra o pega un tiro en la nuca porque al fin y al cabo el acto criminal lo había cometido un chicarrón; puede que demasiado expeditivo y algo equivocado en los métodos, pero según los partidos nacionalistas acertados en los objetivos sabinianos. Queda justificado así organizar manifestaciones y declaraciones cuyo evento vomitan esos grandes medios para apoyar a los terroristas cuando la justicia los coloca donde se merecen.
En esta España que te hiela el corazón las víctimas se han tenido que organizar porque el Estado los ha dejado desamparados y tenían que enterrar casi en la clandestinidad a sus muertos asesinados, y las familias de las víctimas eran condenadas al ostracismo y la amenaza por una población demasiado asustada y cobarde para apoyar a los verdaderos mártires y donde los mismos curas, en demasiadas ocasiones, se negaban a llevar a cabo los oficios religiosos al cadáver porque justificaban y aplaudían en sus sermones las proclamas de Sabino Arana. Y claro, vas tirando del hilo y te empiezas a preguntar si en realidad existe mucha diferencia o no entre esos curas que enaltecen el terrorismo y los imanes que llaman a la yihad: ambos llenos de rencor, odio, intolerancia y fanatismo. Ambos prometiendo el cielo para quienes asesinan. Ambos ordenando el asesinato.
En esta España que te hiela el corazón no hay muchas diferencias si hablamos de integrismos. La carroña huele en todas partes y curas del infierno los hay en todas partes: el infierno lo tenemos aquí y sus representantes triunfan en esta España que te hiela el corazón por debajo ya del cero absoluto, aunque esa temperatura no exista en la naturaleza pero sí en el corazón.
Y a uno no se le quita de la cabeza qué hubiese ocurrido si nuestra policía hubiese salido por TV acribillando a balazos a un terrorista: nuestra manifestación hubiera sido secuestrada; hubiese sido a favor de los terroristas con toda la parafernalia de los derechos humanos de escudo para los asesinos y del mundo de la farándula encabezando la lúgubre parada de pancarteros profesionales y de paso apareciendo en la foto, porque como artistas no llegan ni a mediocres y hay que vivir de la subvención. Claro está, las víctimas del terrorismo carecen de derechos humanos, faltaría más. Y ante ese mundo mediocre compuesto por mediocres es ante quienes los medios de comunicación se arrodillan sumisamente ofreciéndoles sus micrófonos para que vomiten sus exabruptos. España no puede llegar a helarte más el corazón. Españolito que vienes al mundo…
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AUTOR: Vicente Jimenez, Lo que nos Une
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