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Con el mayor ejército reunido hasta entonces, el rey persa Jerjes avanzaba seguro de su abrumadora victoria. Era la primavera del año 480 a.C. y sus 180.000 infantes, 60.000 jinetes y 700 naves (cifras que se multiplican por diez según Heródoto) se enfrentarían a tan solo 7.000 valientes griegos y a poco más de 300 naves. Entre ellos destacaba la guardia de élite del rey de Esparta, Leónidas. Estos “elegidos” tenían entre 20 y 29 años, y eran considerados los mejores soldados que podía tener un ejército. Se les conocía con el nombre de hippeís (caballeros), y servían como hoplitas siempre en el centro de la falange, junto a su soberano.
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