Joseph Fadelle nació en Irak (1964), y su nombre era Mohammed al-Sayyid al-Moussawi. A pesar de ser el heredero -el favorito de su padre- de una familia aristócrata chiíta muy influyente de su país, y descendiente directa del Profeta, no pudo evitar tener que hacer el servicio militar al que el gobierno de Saddam Hussein obligaba a todos los jóvenes.
Serían sólo unos meses, hasta que su padre consiguiera hacer las gestiones para líberarlo de tal deber… No obstante, algo inesperado le hizo cambiar por completo su modo de pensar.
Vivir con un cristiano
Al llegar ahí, se encontró con que su compañero de habitación era ¡un cristiano! ¡Tenía que ser una equivocación! Para un buen musulmán, es impensable ni tan siquiera hablar con un seguidor de Cristo, y éste viviría con él los meses que se le venían por delante: “Si encontráis judíos o cristianos, no los saludáis -reza un texto autorizado que interpreta el Corán-; si tenéis que caminar con ellos, intentáis dejarle el peor camino”.
Querer abrazar el catolicismo
Pero, ¿de verdad son tan malos los cristianos? La curiosidad le pudo y empezó a preguntarle cosas. Massoud -así se llamaba su compañero- sólo le dijo que
leyera con atención el Corán. Y lo hizo. Eso, un sueño que le empujó a desear con pasión la Comunión, y las conversaciones con su ya amigo le llevaron a querer abrazar el catolicismo. Poco después, Massoud se fue sin dejar rastro…
“Muchos años más tarde supe que había muerto en un accidente de coche al poco de terminar el servicio militar. ¡Qué cosas tiene la Providencia, a veces! Fue el instrumento que Dios dejó en mi camino para que me convirtiera y murió recién cumplida su misión”, afirma.
-Algo por lo que usted ha tenido -y tiene- que pagar un precio; incluso que sus propios familiares le dispararan a boca-jarro…
-Sí, algunos hermanos y mi propio tío, al que tanto había ayudado yo, intercediendo por él ante mi padre.
-Le dejaron tirado…
-No sé quién fue, pero alguien me llevó al hospital y salvó mi vida. Si no hubiera sido por él… Aún no sé por qué no acabaron la “faena” matándome; no lo entiendo. Supongo que pensarían que lo habían logrado.
-Ya, pero ahí estaba la bala, metida en su cuerpo, y nadie quería sacársela…
-Al ser un disparo, tenían que llamar a la policía, y eso significaría, para mí -ilegal en Jordania- ser devuelto a Irak, donde me perseguía mi familia. Ahí sólo tenía
dos opciones: o volver a mi pasado en el Islam, o ser asesinado: se había promulgado una “fatwa” contra mí… Así que del hospital, unos amigos me llevaron a casa y, de repente, mientras veíamos qué podíamos hacer, empecé a desangrarme… pero Ia bala ya no estaba dentro.
-¿Un milagro?
-Yo no lo considero así. Mucho más milagroso me parece cuando el pan y el vino se convierten en Cuerpo y Sangre de Cristo, ¿No te parece? Lo que nos ocurre más allá de esto son cosas que nos pasan gracias a Dios.
-Sí, claro, pero es muy duro vivir como le ha tocado a usted…; no habrá muchas conversiones, digo yo.
-Sí, sí: hay muchas. En Francia, el año pasado se convirtieron más de dos mil personas. Internet está ayudando a estos cambios. Fíjate que sólo en Arabia Saudí actualmente hay unos 120 ex musulmanes conversos al cristianismo. Y ahí es peor que en Irak.
Muchos viven a escondidas su fe cristiana. Sólo un l0% de ellos están bautizados… Y de esos, a veces tan siquiera uno logra salir a explicar su nueva vida. En muchos casos, puede que incluso ni siquiera la esposa sepa de su conversión.
-Entonces, ¿la única opción es emigrar?
-Lo idóneo sería vivir la propia fe en tu país porque conoces la mentalidad, la lengua, la situación concreta…: es el mejor testimonio. Pero es muy dificil. ¡A mí me encantaría volver! Soy iraquí y sé muy bien qué piensan, cómo son. Es un buen terreno para hablar de la Palabra de Dios. El problema es la “fatwa”, que es una ley del Ayatolá, la persona más importante de los chiítas en Irak, que obliga a matar: cualquiera que tenga la posibilidad de hacerlo, y no lo hace, entonces, es un traidor… Ese es el “único” obstáculo. Todo el mundo ahí quiere matarme.
-Es un infiel y, por tanto, hay que matarlo: ¿dice eso el Corán?
-Muchos versos del Corán dicen que la persona que está contra Mahoma va como guerrero contra el Islam y, por tanto, hay que matarlo. Yo no tengo nada contra los musulmanes: son personas buenas, como tú y como yo. Les pido, en conferencias, a través de Internet, en los medios… que investiguen y busquen entenderlo. Ahora me siento responsable de que les llegue el mensaje de Jesús y me gustaría ayudarles a que vieran todas las contradicciones del Islam: ¡explicárselo para que reflexionaran!
-¿Nadie lo hace?
-No. Se premia leer el Corán. Sólo leerlo: con ello ya ganas muchos puntos paru alcanzar eI Paraíso: con setenta mujeres y comida a mares. Pero no puedes preguntarte sobre lo que leas y no entiendas. Yo lo hice, y no me quisieron responder. El Corán afirma que no tienes derecho a preguntar porque muchos de los que lo hicieron, han llegado a ser infieles.
-Es difícil creer algo así.
-Me atreveria a asegurar que eI 99,99% de los musulmanes, no sabe nada del Islam. Lo son, por tradición familiar y ya está. Pero el resto -los grandes jeques, los Presidentes, los reyes…- sí lo saben todo; el problema es que no quieren perder lo que tienen: Poder, dinero, negocio…
-¿A qué se deben entonces reacciones como lo que ocurrió después del discurso de Benedicto XVI en Ratisbona o de las caricaturas de Mahoma?
-A la hora de la verdad, hay pocos que lean el Corán. Simplemente escuchan lo que dice el jeque y confían en él. Hay un periodista muy importante que fue asesinado hace tiempo. Cazaron al asesino Y el juez le preguntó: “¿Conoces a esta Persona? -No. -¿Lo has matado? -Sí. -¿Por qué? -Porque el jeque en la mezquita nos lo aconsejó”. La gente escucha, hace, pero no lee, no investiga. Hasta la película de hace unos meses que hablaba sobre Mahoma: estoy seguro de que la mayoría -por no decir todos- no la vio; se revolucionaron, Porque lo dijo el jeque. ..
-Tienen mucha fuerza: aquí, un sacerdote dice algo, Y muchos no le hacen caso…
-La gran diferencia entre nosotros y los musulmanes es que los cristianos somos seres libres porque Jesucristo nos ha liberado. El sacerdote nos da la Comunión: una perla, algo muy valioso. Y Jesús es una persona. Los musulmanes tienen mucho miedo de Dios Y del castigo que pueden recibir si son malos.
-Y usted, ¿tiene miedo de lo que le pueda pasar, a usted o a su familia?
-¿Miedo? No. Ya no tengo miedo. Desde que me bautizaron ya no. Tarde o temprano me van a matar, pero ya no tengo miedo. En Francia me han amenazado varias veces: hace poco, un niño de 13 años, porque un jeque lo dice. Y él, si me mata, se va a la cárcel, donde estará mucho mejor. Tengo siempre las maletas preparadas para cambiar de ciudad cuando sea necesario. El otro día, mi hijo me dijo: “Tranquilo, Papá, hay casi trece personas en Facebook que se llaman como tú; tienes trece oportunidades”. No tengo que tener miedo, por tanto, Pero sí andar con mucha prudencia.
-¿Sabía la que se le vendría encima cuando decidió convertirse?
-Al principio estaba muy asombrado: como quien ha encontrado un gran tesoro, yo no pensaba mucho en lo que me podía ocurrir en el futuro. Al ser el hijo
predilecto de mi Padre, que era jefe de una tribu muy importante en mi país, lba a todos lados con mucha seguridad. Sólo tenía miedo de mí…
Sobrevivir a una “fatwa”
-¿Qué es lo que más le impresionó del Evangelio?
-Cada vez que leo la Biblia descubro muchas cosas bonitas y que me llaman la atención. Lo que más me hizo pensar en ese momento fue el Sermón de la Montaña: Jesucristo nos ha llevado a lo más alto con ese sermón. No fue el cristianismo lo que me llamó la atención. Fue Cristo mismo: es Él quien me llamó.
-Y ¿qué ha visto aquí? Hay mucha incoherencia…
-Mi gran preocupación es que Europa tiene que seguir siendo cristiana. Corre peligro hoy y, para que siga siéndolo, tenemos que hacer mucho, hablar con todo el mundo; hay que dormir menos -porque dormimos demasiado- y trabajar más por Dios. Somos pocos los que hablamos de Cristo, pero tenemos que hacerlo; no podemos callar.
-¿Qué le mantiene tan firme?
-Es Dios quien me ayuda a aguantar. No soy Supermán ni nadie especial. Soy normal.
-Ya, Pero le metieron en un maletero como si fuera un paquete, estuvo un año largo en la cárcel, soportó torturas Y todo tipo de vejaciones…
–Sí, es verdad, Pero eso me confirmaba más en que no me había equivocado: Jesucristo promete en el Evangelio persecución, malos tratos… Y era lo que me
estaba ocurriendo, ¿no? Cuando de verdad me di cuenta de que el Señor nunca me había dejado solo fue después de un año y cuatro meses de encierro, cuando recé especialmente para que me permitiera salir de ahí. Ese día, me llamaron por mi número -es lo que eres, no una persona con nombre- y me sacaron. Sin decirme nada más. Ni juicio, ni castigo. Nada.
-¿Por qué no le mataron? Tenía la “fatwat”, ¿no?
-Sí, pero no sé por qué no me mataron. Supongo que mi padre debió pensar que el miedo me haría cambiar.
-¿Qué hizo entonces?
-Estaba completamente bloqueado sin saber hacia dónde seguir. Había pasado casi un año y medio y me dejaron en medio de la nada, diciéndome: “Espabila”. Pero quería saber qué había sido de mi mujer y mis dos hijos.
Decidí volver, con miedo, sin saber muy bien a qué atenerme. Y… ¡me recibieron como hijo Pródigo! ¡No podía ser! En todo ese tiempo, con el poder y la influencia que tenía mi padre, ¿no podía haber pedido mi liberación? ¡Claro que sí, pero no había querido! Para ellos era una vergüenza decir que estaba encerrado a causa de mi conversión: la versión “oficial” fue que me habían encerrado por motivos políticos Y por eso me recibieron celebrando mi vuelta al hogar. Pero eso lo entendí después, viendo cómo controlaban todos mis movimientos, y hablando con mi mujer.
-Ella, ¿es tan valiente como usted?
-Su fe cristiana es mucho más fuerte que la mía. Ambos somos conscientes de que la Comunión y las oraciones son como la gasoIina, la energía que hace marchar el motor del coche y que, quien no lo hace, vive gracias a las oraciones de la gente que sí reza… Tampoco tiene miedo desde el bautizo, pero, para eso, tuvimos que esperar trece años desde nuestra conversión.
-¿Por qué tanto tiempo?
-Vivíamos nuestro cristianismo a escondidas y casi completamente solos. Los sacerdotes nos cerraban las puertas: el solo hecho de acoger a un islámico podía ser la causa de que mataran a miles de cristianos y destruyeran iglesias. Entonces me dolía mucho que nos hicieran esto. Deseaba ardientemente recibir la Eucaristía, pero no podía ser… Hoy, en su lugar, yo habría hecho lo mismo, pero en ese momento no lo entendía porque miraba debajo de mis pies; ellos miraban mucho más allá. Sin embargo, no desistimos y finalmente pudimos ser bautizados en el país vecino, donde nos escondimos y nos acogieron santamente unos cuantos cristianos.
Corriendo entre balas
-Fue entonces cuando le encontraron sus hermanos…
-Sí. Llevábamos seis meses en Jordania y habíamos decidido quedarnos, procurando olvidar el pasado. Me confié, después de tanto tiempo escondido, e iba solo por la calle: quería comprar algo para mi hija. Me dije- ron que querían hablar conmigo y que me subiera aI coche. Lo hice. Me llevaron hasta un lugar de la carretera donde no había nadie. Me dijeron que mi padre quería que volviera vivo… ¡o muerto! Me prometieron volver a las riquezas de antes, bienestar, tierras… Y yo les dije que me había bautizado hacía poco. No entendían nada. Mi tío era el que más me amenazaba. Entonces, algo me dijo que corriera… Lo hice, entre las balas que iban rozando mi cuerpo. Al final, una me dio en la pierna, y caí desplomado en la cuneta. No recuerdo más…
-Parece que Dios le ha protegido bastante; como san Juan, tendrá una misión…
-Cada uno de nosotros tiene una misión. Massoud me mostró el Evangelio. Yo sigo buscando cuál es mi misión y quiero hablar de la Palabra a los demás, a mi familia. una vez, mi hijo pequeño me pidió el móvil de Jesús. Lo pide a los invitados, a los amigos… Por eso, si alguien lo tiene… Cristo es hoy parte de nuestras vidas, y se lo agradezco.
“La fuerza del perdón”
A pesar de lo que le ha ocurrido en su vida, Joseph Fadelle no guarda rencor. Al contrario: “Rezo mucho por mi padre, por mis hermanos y familiares y por todos los musulmanes. Seguramente mi familia llegará al Cielo gracias a mi fe”.
Desde su última “conversación”, en una carretera solitaria de Jordania, no ha vuelto a hablar más que puntualmente con alguno. Uno de ellos, uno de los que también amenazó el día que le alcanzó una bala -precisamente desde ese día- dejó de rezar como musul- mán; “pero no he conseguido saber nada más de él. Sí con otro, que me dijo: ´con un problema tenemos ya suficiente; no queremos, más desgracias”´. Achacan la muerte del padre -poco después de su huida- a su conversión, al disgusto que le supuso que el hijo preferido, el que iba a ser el heredero, abandonara el barco. Pero Joseph, ama a su familia y ama a su patria.
Volvería a lrak si no fuera porque ahí no puede ser cristiano. Y volvería para ayudarles y explicarles los motivos de su conversión. Pero no puede. Es muy consciente de las injusticias que han cometido y del mucho dolor que le han causado, pero perdona…
“El cristianismo habla de perdonar y eso, al principio,
fue muy difícil para mí. Muy difícil. Entiéndelo: fui torturado, fui casi acribillado, tratado como escoria… Sabía que tenía que perdonar, pero no me era nada fácil. Durante mucho tiempo. He pedido oraciones a mucha gente para que yo supiera hacerlo y ahora, gracias a Dios, ya no tengo nada contra nadie”. Es lo que aprendió del Sermón de la Montaña. Sabe que Él no le ha abandonado.
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